Del 6 de abril al 15 de junio de 2024

De jueves a viernes de 18 a 20 h.

Sábado de 11 a 13 h y de 18 a 20 h.

Festivos cerrado excepto el 17 de mayo.


INAUGURACIÓN: SÁBADO 6 DE ABRIL 12 H.

El Convent, Espai d'art, Calle Hospital, 5. Vila–real, Castellón.

Miquel Ponce (2024)

Todos los caminos

Tengo que confesar que El arcoiris de la gravedad es un libro que no he leído. Lo he intentado y no he podido. Me echa, me escupe, me repudia, se ríe de mí una vez y otra y otra. Sin embargo me fascina. Es complicado, inaccesible, punk, críptico, histórico, tecnológico y analógico todo en uno. Os diría de qué va, pero no tengo mucha idea, así que diré que va de cohetes, concretamente del cohete V2 que desarrolló Werner Von Braun para dejar Londres hecho una ruina. De las muchas portadas de este libro, la que más me gusta y la culpable de que lo comprase, es una que tiene los bocetos del V2 en blanco sobre un fondo color azul de Prusia. Esto literalmente en inglés se llama blueprint y en español cianotipo. 

Todos los caminos es un elegante conjunto de cianotipos que giran en torno a un proyecto que nunca fue. Todos unidos forman una caterva de pistas dejadas como miguitas de pan para un detective extraño que buscase desentrañar el porqué del arte de Ponce, pero estaríamos equivocados si pensásemos que el pintor lo pone fácil. En lugar de ser la narrativa fragmentada en forma de virutas de una obra maestra oculta, Todos los caminos es un conjunto de restos. Restos no como los fragmentos de poca importancia que deja un todo, sino más bien como restos mortales de una belleza seductora. Como reliquias funerarias. Como la escultura brutal y abstracta que forma una montaña de cascotes de ladrillo después del Blitz. 

Es mucho más bonita la idea de leer un libro que su propia lectura. Un libro sin abrir es todos los libros posibles. La fantasía de un proyecto por empezar es siempre más agradable que su desarrollo, las posibilidades son infinitas. Tsundoku es como llaman los japoneses a la compulsión de acumular libros sin leerlos. En el mejor prefacio de todos los tiempos1 Anne Carson habla de que el enamoramiento es exactamente esto. Habla del filósofo protagonista de La peonza de Kafka, que se deleita persiguiendo las peonzas con las que juegan unos niños una y otra vez solo para encontrarse un vulgar trozo de madera en la mano cada vez que las coge. Su vida es un pasar constantemente de la ilusión quimérica de atrapar lo intangible a la náusea que le produce el resultado real. Amamos las metáforas mientras giran, pero no soportamos su explicación. Nos fascina la búsqueda del conocimiento, pero el conocimiento en sí es peor que la investigación. No podemos atrapar la belleza para diseccionarla como a un sapo en una clase. Lo que nos gusta de verdad es perseguirla constantemente sin llegar a alcanzarla. Por eso estamos enamorados de enamorarnos. Por eso Todos los caminos, entendido como estelas del pasado o como bocetos del porvenir, es mucho más cautivador de lo que lo sería la matriz de la que se desprendieron los fragmentos o la conclusión a la que se podría llegar. 

Las conclusiones de la razón no son siempre agradables. El sueño de la razón produce monstruos, decía Goya, y viendo ciertos refinamientos de la técnica es difícil no estar de acuerdo. Una explosión termonuclear, el exterminio fordista de un grupo humano o lograr sintetizar gas sarín para soltarlo en el metro son sin duda grandes logros de la técnica y la razón, pero no son nada de lo que sentirse orgulloso. La diferencia entre una granada y un reloj suizo es que el segundo no mata y por eso lo llamamos artesanía. La idea de una bomba es más bonita que su realidad. El arte no mata. 

En principio.

Emily Dickinson escribió «I died for beauty» en su poema sin nombre 448. ¿Qué va a matarte de belleza sino el arte? El arte de Ponce de momento no mata, pero es difícil no ver en su propuesta el cianotipo, el boceto, la planificación de un proyecto ciclópeo, ajeno a toda medida e incomprensible, del que solo pueden verse fragmentos de lo que queda, retazos descartados de lo que pudiese haber sido o, más terriblemente, destellos de lo que será.

El hecho de que Todos los caminos sea una distorsión fragmentaria, un reflejo en un espejo roto, es precisamente el motivo por el cual podemos mirarlo frente a frente. De no ser así, de no ser el reflejo de un reflejo, de no ser el residuo de algo más grande sino la cosa en sí, probablemente nos convirtiese en piedra como la mirada de Medusa o nos causara un escalofrío como el que sentimos al contemplar los 14 monolíticos metros de un V2. No por nada estos cohetes estaban pintados a secciones blancas y negras como si el mismo Ponce los hubiese intervenido. El arte mata.

«A screaming comes across the sky. It has happened before, but there is nothing to compare it to now.»2

1Carson, A. Eros the Bittersweet: An Essay. Princeton University Press. 1986.
2Pynchon, T. Gravity ‘s Rainbow. Viking Press. 1973. 

Albert Alcañiz